18.3.08

Aguafuertes Porteñas I

Lunes en Buenos Aires. 28º de temperatura, mil de sensación térmica.
Camino por Corrientes, con el tiempo justo. Volvía de Bulnes (no-tan-nueva-sede del CBC), de buscar mis horaros. Me habían echado a los gritos, sólo porque les dije que, quizá, me quería cambiar de sede. Porque se supone que en febrero tenés que saber exactamente qué vas a hacer en abril. No basta con el quilombo mental que una tiene en la cabeza, cambio de carrera mediante, una tiene que poner la mente totalmente en blanco, pensar en su yo futuro y saber de qué va a trabajar, dónde, cuándo, tres meses antes de que eso pase. Sino, quedás confinada a la Siberia del CBC: Puán, de 15 a 17hs, Ciencia Política del CBC. Sí, porque, encima, es como si la vida te castigara, aún más, por no haber elegido, a los dieciocho años, la carrera que te iba a acompañar toda tu vida. Toda tu vida. Que, a veces, son sólo dos años. Para mí es casi una vida, es casi la vida que tiene mi hermana, es más tiempo que el que la mayoría de las parejas permanecen casadas o viviendo bajo el mismo techo. Es un tiempo considerable. Cambié de opinión, me di cuenta, Historia me aburría, me interesa, pero es eterna. Es excluyente. Es como ser la amante de alguien y ni siquiera cojer. No tenés los beneficios de ser la pareja oficial de ni los de ser la amante. Es un punto intermedio. No es mi pasión, pero tampoco esa cosa a la que le soy fiel.
Así fue que las no docentes de Bulnes me echaron a los gritos. No les debe haber gustado que cuestionaria, quizá, su desición de mandarme a Siberia. Pero, la decisión no la tomaron ellas, fueron las computadoras. Quizá estén en un movimiento pro informatización de la UBA, de la despersonalización completa de la atención al alumnado y a toda la comunidad. Pero así se quedarían sin trabajo.
Con eso en la cabeza y la vergüenza de que me hayan gritado frente a decenas de personas, fui a comprarme un corpiño.
Maidenform. 36 C. Con aro. La fórmula ideal que me acompaña desde que mi peso se estabilizó entre los 58 y los 61 kilos. Y mis tetas en 105cm. Pero esta vez quería un corpioño blanco, lindo, para ocasiones cotidianas que pueden transformarse en especiales.
La vendedora me da cinco modelos. Uno era un clásico de clásicos, debería, a esta altura, acordarme el nombre. Fue el primer corpiño que me compré en negro, cuando estaba en tercer años. Y todavía lo tengo. No como los de Caro Cuore que me duraban lo mismo que el turno del telo cheto de Palermo Viejo al que iba con aquel gran novio de la secundaria. No era un buen negocio. Pero tampoco iba a comprarme un modelo que ya tenía. Así que me puse otro. Uno de Perlea, con florcitas bordadas en blanco y beige, divino.
Me pongo de perfil. No para ver la taza. Para ver mi panza. Cuando me compré aquel corpiño negro pesaba diez kilos menos que ahora. 50kilos para 1,y70m. Poco. Muy poco. En esa época se formaron las estrías que van a acompañarme toda mi vida, para recordarme que las decisiones que una toma a los catorce, sin darse cuenta, tienen consecuencias que no se borran facilmente.
Como la carrera que elegís.
Los ojos se me pusieron llorosos. Acomodé los breteles, para que se me formara la rayita de las conejitas de Playboy que quería tener a los catorce, antes de las estrías. Respiré hondo y metí panza.
A mi compañera le encanta mi panza. Tengo que aclarar, no hay líneas blancas que crucen mi abdomen. Siempre me dice que es hermosa, mientras gira el arito que tengo en el ombligo y me da un beso en la clavícula. Parece un clip de Aristimuño. Y yo sonrío.
Pero en ese provador diminuto, mi panza no era tan linda como hace siete años. Las estrías seconfundían con las flores bordadas del corpiño (que terminé comprando). Los horarios de mi nuevo trabajo no me coinciden con los del CBC. Porque no pude proyectarme tres meses. Es que, ¿y si no salía este trabajo?, total, cuando sea grande, me puedo operar, no, pero cinco kilos menos es lo ideal, no no se me van a ver los huesos.
Y ahora empezar un trabajo diciendo "no, pero dos días a la semana me tengo que ir dos horas antes". Y las estrías. Y las no docentes que te gritan porque te equivocaste, como si a ellas les cambiara la vida. Y el subte repleto. La presión que baja un poco más de lo saludable.
Esto, señoras y señores, no es lo que un gran escritor ha llamado Aguafuertes Porteñas. Pasen y lean.