para qué, se preguntó en plena observación de las ojeras recientemente compradas.
el subte atiborrado le había hecho pensar, temprano, cuando se dice buenos días por unos minutos más, en la suerte que tenía por no trabajar. error: acto seguido se vio a sí misma preguntándose en qué estaba usando su tiempo. el estudio le consumía mucho menos tiempo del planificado (no porque fuera la próxima ganadora de un pullitzer, claro está). no dormía más de ocho horas ni siquiera los fines de semana. el período de enamoramiento atroz con su pareja ya había pasado, ya se permitían dormir a la noche sin que el ritmo cardíaco aumentara mayormente, ya no había miradas libinidizadas cada cinco minutos, rogando tomarse el primer taxi al sommier.
se dio cuenta, ahí, en el meollo del apretujamiento, estaba desperdiciando su tiempo.
¿desperdiciando?
quizá se tratara de eso. quizá el devenir era ese. quizá era hora de acostumbrarse a la insatisfacción de las necesidades básicas. o, incluso, a dejar de sentir esa insatisfacción. quizá era cuestión de amarse prolijamente cuando sus agendas, previo triplicado y sellado, se lo permitieran. quizá el devenir era eso: que esos permisos burocráticos se transformaran en algo hermoso, único, especial, como cuando iba al colegio y se besaba con su noviecita en el baño, escapando de la profesora de matemática (pocos besos más hermosos), como el protagonista de 1984 y su amante que burlaban al sistema y se enamoraban en ese departamento deprimente.
quizá es hora de dar el siguiente paso. constriur la no cotidianeidad entre agendas, coffe breakes, escrutinios, y devenir en personajes -menos torturados- de un orwell primaveral. y amarse como marcos y francine, carol y therese, romeo y julieta. como ellas dos.
poco a poco, la cantidad de gente amainaba. ya podía estirar los brazos e, incluso, sacar un apunte. pero, visto y considerando las ojeras, eligió bebe. nada mejor que una fruta en primavera en medio del subte b a las 11 de la mañana yendo a la facultad.
sí, algo mejor: un mensaje de texto, un te amo, un te mato (cuando las agendas lo permitan) y una sonrisa.
26.9.07
8.9.07
sin reloj
una espalda
diminuta en
mi cama eterna
otra vez otra
noche
y esa espalda
un grito agudo
casi
imperceptible
los ojos cerrados
de vergüenza
de quinientos años
de catolicismo encima
las manos que se retuercen
buscando un lugar
en mi
pelo
no hay reloj
sólo una ventana
asesina que indica que
nada está
por terminar
sino
empezando
otra vez
cuatro manos
buscándose
aferrándose
las piernas
que se abren y
se juntan
se acarician
se quiebran
y tus ojos
cerrados
que sonrien
con todo el cuerpo
con el mío
en un cuarto
sin relojes
una espalda
diminuta en
mi cama eterna
se dice de mí
entre tu piel,
mundo mujeril
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