17.12.10

La vida apesta - crónicas desde Perú 160

Viernes en la Legislatura. El aire acondicionado prendido al mango. Yo, toda clasemediera, casi white trash, leyendo a la chupa sirixs de Marisa Brel, escuchando The Velvet Underground, pensando en que quería leer la Historia de la Sexualidad I de Foucault, pero que no llegaba, ya. Suena el teléfono: el chico de Seguridad me dice que sube una chica X (de la FJC a buscar un sobre que le dejó una compañera), yo me esperanzo toda de que sea esa chica de la Fede que me quitaba el sueño hace un año y cerráramos la oficina y cogiéramos toda la tarde.
Suena otra vez el teléfono y era el mismo chico de seguridad para avisarme del anuncio de otra señora, le digo que por favor suba. Corto. Me vuelve a llamar y me dice "¿Tenés nuestro interno? Porque la señora parece medio desencajada", me preocupo. Esos comentarios en mí tienen el efecto que yo creo que tiene TN en otra gente, en demasiada otra gente.
Tocan la puerta con una vehemencia que me incomoda. Me levanto y abro. La chica de la FJC no era la matanseña. Toda, toda la desilusión junta. Vuelvo a mi silla. Ya había escondido el libro de la rubia platinada de C5N, por las dudas, ¿vio?
Vuelven a tocar la puerta y abren directo. Era la "desencajada".
1,55m, con los brazos y la cara de obesa, pero cuerpo flaco. Rodete de pelo negro, muy tostada, con un delineado bien grueso arriba y abajo. Un vestido simil batón negro con flores blancas, y
cartera de cuerina negra. Se sienta, se seca la cara con una carilina y me doy cuenta de que le faltan varios dientes.
Me cuenta que ella tiene un problema de violencia faimliar. Que el juzgado dice que no se acerque, pero "la persona esta" hace lo que quiere. Pero que no viene por ese tema, sino, porque vino con su hijo (que no supe nunca dónde lo había dejado) al Hospital de Niños, porque él tiene glaucoma, a buscar los medicamentos. "Perá que te muestro" dice y saca de la cartera una pilita de papeles, todas recetas médicas, me cuenta que el hijo tiene 20 de presión en cada ojo, y que ahora se tienen que volver a su casa, ruta 2 kilómetro 39. Me aclara que antes vivían en el 40, que se mudaron por "el problema ese".
El tema es que no tiene plata para volver. El pariente suyo que vive acá tiene una hija discapacitada "y cuando una tiene estos problemas, nadie te quiere tener". Entonces, ella necesita que alguien le de la plata, porque la dejó a la de 12 en la casa, y le da miedo quedarse hoy en la calle, volver mañana y que le hayan vaciado la casa (me pregunto si no le preocupará que su hija no esté, si estaba incluida en el miedo de la casa vacía, y me siento la peor de las juezas sin parte en un juicio moral).
Le digo que entiendo la situación, pero que la Legislatura no tiene caja chica ni soluciona problemas individuales (y mi carita de pendeja universitaria, que escucha a Corrinne Railey Bae y usa un vestidito de jean cincuentoso, se me iba al carajo mal), pero que podría ir a la Defensoría del Pueblo.
"Ustedes me pasean de un lado para el otro. Me tienen harta. El Defensor del Pueblo, ¿Qué va a hacer, darme un papel? Yo necesito plata".
Le respondo que puede hablar con la Dirección General de la Mujer o con la de Niñez o con el Consejo de Derechos. Le anoto los teléfonos.
Y me dice, "¿Hay alguien de De Narváez acá?" (¡Sic!) le aclaro que no, que el PRO, nada más.
Retruca con "quién es de Provincia", le explico que nadie, porque esto es solo Ciudad y me pide que le diga con qué diputado del PRO hablar. Le cuento que son 24, que se quiere puede ir al despacho de la Diputada Stanley (y de paso me vengo de toda su chetada chupasiresca, homo/lesbo/trans/pobrefobia del año) que es parte de esta Comisión, "Oficina 305, justo acá arriba, señora". Dice que sí. se levanta y se va.
Cierra la puerta, llamo al despacho del PRO y aviso que les mandé a una "desencajada" (sic) y les pido perdón.