31.10.09

lo personal es político

Te diría dos mil millones de cosas, menos linda, de todo
Pero como estoy en cama desde el miércoles, vamos a pensar que lo que desata todo esto es la abstinencia de café y no un post estúpido pretendidamente feminsita en un blog perdido por la blogósfera del orto del bon o bon de tortas que va a explotar porque el flujograma no da para más.

-y lo íntimo es privado-

25.10.09

La vida es una fiesta




Llegué a la facultad con la mochilota verde, la mochilita fucsia y la bolsa llena de Baruyeras. Las chicas ya llevaban esperando tres horas. Las coordinadoras de los micros no se sabía bien qué hacían para resolver la situación. Finalmente a las once de la noche nos subimos al micro anaranjado, sucio, sin aire acondicionado.

Dormí como un bebito, como cada vez que me subo a un micro. Me desperté a la mañana y vi que todavía no habíamos entrado a Santiago del Estero. La posibilidad de llegar al acto de apertura era, evidentemente, ínfima.

Sin embargo, ahí estábamos con el mejor humor posible, hablando de todas las cosas que queríamos hacer en la provincia más chica y llena de plantas y flores del país.

Bueno, en realidad, en San Miguel mucha flora y fauna no hay. Cuando llegamos, vimos, más que nada, banderas blancas y amarillas, símil Vaticano y carteles con fotos de bebés que decían algo acerca del derecho a la vida del niño (las niñas no entraban en la impresión) por nacer en muchos balcones de la ciudad. Vimos, mucho más que otros años, hordas de católicxs enardecidxs dispuestxs a dar cualquier tipo de discusión con tal de convencer a una mujer de que el aborto es un asesinato, que el lesbianismo es una enfermedad y un montón de consignas que solo reflejan la doble moral en la que viven estas personas (Dicen las estadísticas que las mujeres argentinas abortamos o abortaremos dos veces en nuestra vida o somos o seremos lesbianas. ¿Cómo sostienen la heterosexualidad compulsiva por orden divino las mujeres de la Iglesia?)fanáticas número uno del ilustre Benedicto.

Logramos llegar a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. La gran, enorme, invaluable ventaja: justo en frente, cruzando la avenida, ahísito nomás, está la Facultad de Educación Física donde, sí, sí, leen bien, hay duchas.

Fuimos corriendo hacia allá, previo comprar un jugo de naranja tamaño familia convencional que se va de vacaciones a Mar del Plata, para sacarnos el olor y la sensación de un viaje de más de 20 horas hacia el Encuentro.

Para este momento, los talleres habían terminado. El taller de estrategias para el aborto legal, seguro y gratuito tenía más participantes en contra del aborto que a favor. En la puerta de la escuela donde se hacían los talleres de lesbianismo, un grupo de varones había amenazado a dos mujeres que entraban de la mano a la escuela. Había empezado la guerra entre la Comisión Organizadora del XXIV ENM y la izquierda-combativa-secta-de-las-universidades-que-solo-puede-hablar-sobre-Kraft-como-si-fuera-el-gran-enemigo-a-través-del-cual-derrocar-al-capital-con-su-único-y-fracasado-método-y-el-placer-les-pasa-por-el-costado.

Salimos, frescas como lechugas, de la facultad. Caminamos por San Miguel de noche hasta la Plaza Urquiza.

No está de más decir que es la primera vez que en Encuentro pasa algo como lo que pasó esa noche en esa plaza:

Cientos de lesbianas congregadas en una plaza, alrededor del escenario y de los puestos de publicaciones y remeras y demás productos artesanales y la música y la carpa lésbica. Todas bailando, saltando, festejando la visibilidad real. Las tortas locales no podían más de la emoción: nunca había pasado que hubiera tantas mujeres besándose en un espacio público. Bastante gente que pasaba por ahí se quedaba. De hecho, una pareja de un varón y una mujer de unos ochenta años se quedó bailando. Nosotras, porteñas, universitarias, activistas, organizadas y demás laureles que se caen cada vez que nos encontramos con la realidad, también estábamos emocionadas. Tanto que todas fuimos a cortar la calle. A llevar la fiesta a la avenida. Les Minon hizo todo lo posible para estirar el recital un poco más, pese al mal humor del sonidista. Cortamos, también, la otra parte de la avenida, la que va al Casino. Cantamos. Seguimos festejando. Y volvimos a la plaza.

De ahí a tomar cerveza, contentas porque con la colaboración de muchxs se pudo pagar el sonido. Y con la satisfacción del deber cumplido.

Al día siguiente no hacía tanto calor abrasador en Tucumán. Se podía estar en la calle.

Ahora, plano cerrado de un aula del taller de lesbianismo:

Cuarenta personas sentadas en ronda. Todas lesbianas. O casi, en realidad. Muy pocas en situación de pareja. Alguna cara del movimiento LGBT institucional (¿estatal?). La conversación tenía, más o menos, este argumento: sabemos que hay algo que se llama HPV, pero no sabemos qué es, sí sabemos, en realidad, que es una enfermedad que muchas lesbianas tienen, que se puede detectar mediante el PAP, tenemos que exigir al Estado una campaña nacional de prevención de contagio de enfermedades de transmisión sexual entre lesbianas.

Las compañeras con las que fui y yo nos preguntábamos si el Estado sabía que había lesbianas, porque en general no se sabe cuándo una es torta-presunción de la heterosexualidad mediante-. Queríamos saber, también, quiénes se iban a animar, finalmente, a hablar con el/la secretarix de Salud de su localidad y decirle “hola, nosotras somos lesbianas, queremos que ustedes se encarguen de…”. Ah, otra cosa, ¿su propio cuerpo no les da información a cerca de las cosas que le pasan?

Nos fuimos del taller con la certeza, cada vez mayor, de que quedan muchas, muchas cosas por hacer en la militancia LGBT. Yo sigo con mis ganas de pensar en la estética patriarcal y la posibilidad de la propia búsqueda y creación estética. Nadie me da mucha bola, es cierto, pero ya llegaremos.

Volvimos a la plaza, de la que a esta altura creo que no nos tendríamos que haber ido.

Nos enteramos de una convocatoria para escarchar la Catedral. La idea era confluir todas en la vuelta a la Catedral una vez terminada la marcha.

Sin embargo, como era de esperarse, nunca llegamos.

Arrancó la marcha. Nosotras estábamos rodeadas de colectivas lésbicas. Cantamos. Gritamos. Saltamos. Pintamos. Pegamos stickers. Inventamos consignas y canciones. Hicimos enojar a mucxs católicxs y señorxs bien que tomaban su merienda o sus primeras cervezas del domingo de fin de semana largo.

Avanzamos por calles que cada vez se iban haciendo más chicas. No era, ya, la gran marcha del Encuentro por la avenida principal de la ciudad. Empezaba a bajar el sol. Pasamos por un ex centro clandestino de detención. Alguien arrancó el escudo de la PFA, lo que despertó reacciones encontradas varias. Algunas proponían echar a esa persona de la columna, otras, cercarla, otras seguir haciendo de la marcha una fiesta.

Llegamos a una Iglesia vieja, cuidada por un cordón enorme, desorbitante de católicxs y policías. Gente fascista que cree que las personas que estábamos en esa marcha, deberíamos morir en el infierno y sufrir el resto de la eternidad por los pecados cometidos en vida: no estar con varones porque el sistema lo dice, no ser madres cada vez que quedamos embarazadas, no pedirle al Papa que bendiga nuestra unión amoroso-erótica con otra persona, no creer que el matrimonio es otra cosa que un contrato económico de sometimiento para la mujer, experimentar otras formas de vivir nuestros cuerpos que no se adaptan al binomio hombre-mujer, hacer de nuestros cuerpos y nuestras vidas fiestas permanentes.

Un grupo de compañeras propone hacer un tetaso (Actividad casi folclórica de los encuentros de mujeres en muchos lugares que consiste en que las mujeres muestren sus tetas al público como símbolo de aceptación de sus cuerpos, de liberación, de alegría, de rebeldía ante los límites éticos y estéticos del patriarcado). Voy con mi cámara a registrar tan emotivo momento. Empiezan a volar naranjas hacia la Iglesia. Botellas vacías y aerosoles golpean la cara de lxs fascistas.

Me voy con una compañera y su hijx a un lugar menos expuesto. A esperar a que nuestras compañeras hagan lo mismo.

Helado y operativo de salida mediante, volvimos, con el corazón en la boca y la bronca de que la fiesta haya terminado de golpe, a la Facultad.

No hablamos durante el viaje más que de qué le había pasado a cada una cuando vio que la Policía empezaba a avanzar para reprimir. Cuando llegó la Montada. Cuando la Policía armó un cordón para que los varones católicos, embravecidos, no avanzaran hacia donde estaba la marcha. Cuando la primera parte de la columna –la famosa Comisión Organizadora, la izquierda-secta-de-la-universidad, las Católicas, y las otras- ya estaba en la otra punta del recorrido. Cuando esa parte de la columna no volvió a ver qué pasaba que las compañeras no llegábamos.

A algunas no nos sorprendió en lo más mínimo. Sabemos que no estamos en sus agendas. Que somos las abyectas, las indisciplinadas, las desobedientes, las inorgánicas, las otras. Y no nos molesta. Preferimos seguir afuera. Si eso es el feminismo, seguiremos eligiendo construir de las márgenes. Si no puedo bailar, no me interesa tu revolución (Emma Goldman, autora tan leída y tan poco tomada en cuenta).

Después la peña. La fiesta. Un grupo de cordobesas haciendo pogo con Ojos de Cielo. Las Condenadas al Éxito. Les Minon. Chicas que se besaban por primera vez. Chicas que miraban de reojo cómo era eso del lesbianismo. Mujeres cansadas en las sillas con la sonrisa dibujada. La exaltación constante.

Y al día siguiente, ya se sabe, el acto de cierre. La lectura de las conclusiones de los talleres (qué habrán dicho las lesbianas invisibles de nuestro taller). Paraná próxima sede. Un calor insufrible.

Y el micro anaranjado con aire acondicionado, esta vez. Bebe a todo volumen. Y la triste satisfacción del deber incumplido.

Los encuentros ya no son lo que eran. Pero cada tanto pasan algunas cosas, como la plaza llena de tortas en plena fiesta, las cumpas haciendo un tetaso por primera vez, esos primeros besos que se notan a lo lejos. Mujeres que se encuentran, una vez más.

17.10.09

Tucumán


¡Alerta!
¡Alerta!
Alerta que caminan
lesbianas feministas
por las calles de argentina















. qué lindo cuando tomamos las calles .










y cómo cuesta volver, cada año un poquito más, de los encuentros














¡y qué gente hermosa con la cual caminar, luchar, gritar, reirse, quererse!

4.10.09

estoy agotada
quiero que pase esta semana nefasta y el encuentro y los parciales y volver a hacer dos materias de manera coherente