28.2.08

strawberry fields

Let me take you down,
'cos I'm going to Strawberry Fields
Nothing is real,
and nothing to get hungabout
Strawberry Fields forever
Living is easy with eyes closed,

misunderstanding all you see
It's getting hard to be someone
but it all works out,
it doesn't matter much to me
Let me take you down,
'cos I'm going to Strawberry Fields
Nothing is real,
and nothing to get hung about
Strawberry Fields forever
No one I think is in my tree,

I mean it must be high or low
That is you can't you know tune in but it's all right,
that is I think it's not too bad
Let me take you down,

'cos I'm going to Strawberry Fields
Nothing is real,
and nothing to get hung about
Strawberry Fields forever
Always, no sometimes, think it's me,

but you know I know when it's a dream
I think I know I mean a "Yes" but it's all wrong,
that is I think I disagree
Let me take you down,

'cos I'm going to Strawberry Fields
Nothing is real,
and nothing to get hung about
Strawberry Fields forever

21.2.08

punto de fuga

Hace dos semanas descubrí un submundo. No es un lugar fantástico en el que habitan seres suprahumanos o con alas, ni siquiera hay gente volando. Es un submundo, como el mundo de las alcantarillas de Delikatessen. Con gente que parece normal a los ojos de los despistados. Un submundo habitado por secretarias, recepcionistas, relacionistas públicas, directoras de cuentas, chicas de markenting y de recursos humanos.
Toda una red se teje a su al rededor: cientos de negocios de ropa, que exhiben chupines satinados en negro, o chupines mate en colores como verde manzana, zapatos en punta a treinta pesos de oferta, remeras de modal que tapan los hombros y solamente dejan a la imaginación el escote, porque va cubierto por un bandó a tono.
Quienes habitan este submundo son esas chicas, que iban con nosotros a la secundaria, las que compraban tarjetas con perritos besándose para los cumplemeses con sus novios, las que dibujaban corazones arriba de las íes, las que organizaban la fiesta de egresados y la colecta predecesora, el viaje de egresados, la entrega de diplomas. Son las mismas que soñaban con una entrada en limusina blanca al salón de su fiesta de quince, de mano de su padre, con riguroso traje negro, que las dejara lucir su impecable vestido rosa hecho por la misma modista que le hubo hecho el vestido de novia a su madre.
Son ellas.
Pero con veinticinco años, una hipoteca, la Cosmopolitan en la cartera, el novio en la oficina del piso de arriba, el baby doll blanco en la noche de bodas, sueños de luna de miel en Punta Cana, con los delfines.
Son las chicas que nos toman las entrevistas para entrar a cualquier trabajo remunerado en el sector privado.
Ahí me vi yo, hace dos semanas. Recorriendo y descubriendo ese submundo. Cuarenta grados a la sombra y yo comprando chupines negros satinados. Y zapatos a treinta pesos de oferta. Y remerita de modal. Y el escote cubierto por un bandó a tono, con la cartera. La cartera. Dentro de la cartera, Lenin de Luckács.
Me anuncio en recepción, en castellano. Yani we'll be with you in a while, take a seat. Se acomoda el mechón que le cae sobre la cara, con claritos que se hizo cuando volvió de su luna de miel en Punta Cana, con los delfines.
Espero. Leo el Buenos Aires Herald. Trato de contener la risa.
Yani's with me en una oficina hecha con policarbonato, un escritorio azul policía. La remera color pastel. Los capri blancos. Las sandalias con taco. La sombra a tono con la remera. Me mira.
Le hablo de lo cómoda que me sentiría siendo personal tutor. De mis años estudiando inglés. Ella me cuenta que su madre es profesora de Historia. De histeria entendí para mis adentros.
Me sonríe. We will call you during the week, no te preocupes, a más tardar, el martes de la semana de que viene.
Salgo de la oficina de mentira. Saludo, en castellano. Good luck, see you soon. Bajo las escaleras. Salgo a Acoyte y Rivadavia. Me pongo los auriculares, le doy play al Cuarteto de Nos.
Nunca voy a ser parte de ese submundo.
Me siento disfrazada.
La sonrisa se me desdibuja de la cara.
Miro el libro en la cartera: editorial La Rosa Blindada.
Cruzo la calle. El sol me asesina las piernas. Quiero arrancarme el chupín negro satinado y tirarlo al tacho de basura, que se lo lleve la gente de Cliba. Ellas, las del submundo, no saben qué es La Rosa Blindada.
Entro a un local de ropa de chicas del submundo. En la radio, Néstor Kohan y la renuncia de Fidel. ¿Qué radio estás escuchando? La Metro, es el programa de Andy.
Un punto de fuga en el submundo. Un puente. Como la vidriera que separaba al Axolotl del otro protagonista del cuento de Cortázar.
¿Tenés un bandó que vaya con esta remera?
Un camino de ida.

9.2.08

La Giralda


Av. Corrientes 1453
Uno de los bares clásicos de Buenos Aires. Donde decenas de inviernos han visto crecer a los niños tomando chocolate caliente con churros. O Toddy frío con sandwiches de miga en verano. O café con leche o cortados en vasos de vidrio. Las medialunas en platos mínimos. Los mismos mozos desde hace años. Los azulejos blancos. Las ventanas con marcos de madera, clarita.
Al rededor de La Giralda, los mejores cines, teatros, el San Martín. Tribunales. Congreso. Las librerías de Corrientes. Los años sesenta, setenta.
¿Quién no ha ido con sus padres al salir del cine Los Ángeles, después de haber visto un clásico de Disney?
Era el año 2005, yo estaba cursando el primer cuatrimestre del CBC, para Letras. Mis universos eran bastante distintos: Bajtin, Todorov, Peirce, Highsmith, Kundera. No tenía mp3. Estudiaba en bares. Compraba muchos libros, que después leía. También estaba bastante deprimida. Me sentía un personaje de La Insoportable Levedad Del Ser, a quien le faltaba una pareja con quien sentirse leve. O densa.
Cursaba de lunes a viernes de siete a once de la mañana, cerca del Abasto. En uan sede que había sido una escuela primaria de la comunidad judía. La clase de Semiología era en lo que había sido un baño. Las lámparas no andaban, en general. El invierno se empezaba a sentir.
Un lunes salí de Tucumán, empecé a caminar por Corrientes, buscando algún libro o el último número de LMDMV. O que la lluvia limpiara un poco la horrible sensación de la mañana insomne y cualquier rastro del tiempo uno y el tiempo cero y la argumentación. Eran las diez y media de la mañana. Caminé. Estaba en Callao y Corrientes. Empapada. Sin nuevos libros. Sintiéndome Sabina, una sabina sudaca, sin bombín, ni Tereza. Ni Tomas.
Entré a La Giralda.
No fue algo mágico, ni insantáneo, ni metafísico.
Solamente me pedí un café con leche. Saqué los apuntes sobre argumentación aristotélica.
Empecé a calmarme. Se fue secando el saco negro sobre la silla. El flequillo volvía, de a poco, a ser algo más estéticamente amigable. Limpié los anteojos, de pasta, negros con vivos rosa. Los extraño, a veces.
Cerré el cuaderno y las fotocopias. Miré por la ventana. Se había despejado.
Eran las tres de la tarde. La gente caminaba tranquila por Corrientes.
Me pedí un cortado en vasito.
Decidí que, quizá, era momento para dejar de Sabina. Un rato, por lo menos. Ver una comedia que no fuera de Almodóvar. Leer un cuento y menos novelas checas. Dormir a la noche. Tomar menos café. Usar algunos colores, aunque sea de día.
En el celular, un mensaje de mi mamá, preocupada. Tendría que haber vuelto a mi casa hacía cinco horas.
Pagué.
Al día siguiente volví.
Volví a La Giralda cada vez que necestiaba calma.
Para estudiar. Para leer. Para tomar decisiones importantes como cambiarme de carrera, separarme, amigarme, dejar de militar, volver a militar. Para escaparme de las corridas de la policía en alguna marcha.
Para todo eso.
Y para recordar los mejores momentos de mi infancia.
Y el mejor submarino.
Y ahora la puerta está cerrada. Las ventanas tapadas con papel blanco.
No se fueron de vacaciones. No cambiaron de firma. No están haciendo arreglos.
La Giralda cerró. Sin pena ni gloria ni salir en los diarios.
Otro de los grandes clásicos de esta ciudad que se van sin que la gente se entere o pueda impedirlo o algo.
Yo juntaría firmas para que reabriera.
Trsiteza porteña.

5.2.08

neologismos

Almodovarear: v. Dícese de la acción de obrar de modo tal de conseguir que otra persona, siendo o no conciente, satisfaga el propio morbo.

Ej: en Cruel Intentions Sebastian y Catherine hacen una apuesta que consiste en que una chica pierda su virginidad con Sebastian, si esto pasa, él se acuesta con su hermanastra, Catherine. Entonces, Sebastian y Catherine hacen una estrategia que permite que la chica en cuestión deje de lado su voto de castidad solamente para que, los hermnastros, concreten, al fin, sus deseos de estar con el otro.
Ej: Ser una estrella de cine, secuestrada por un ex interno de un neuropsiquiátrico. Estar atada a tu cama durante días. Y, cuando el secuestrador finalmente decide liberarte, pedirle que te ate, porque no podés prometerle no escaparte.

Conjugación igual a la del verbo amar (paradójicamente)

2.2.08

Otras dicotomías

Cito a Casullo:
"Plus je fais l'amour, plus j'ai envie de faire la revolution"

Pero en el tiempo entre ahora y la revolución o entre ahora y lo que dure el amor platónico o entre ahora y el quizá que sirve para caminar hay que tomar decisiones
Siempre pensando en términos dicotómicos:
academia /campo popular
integración de las Ciencias Sociales / parcialización
independencia / tranquilidad
Historia / Sociología
el título colgado en la pared / fotos de viajes por el mundo
la simbología de la clase media / la propia simbología
ritmo universitario excluyente / producción de conocimiento reflexivo
enseñanza / producción de conocimiento
no es que sean todos polos opuestos excluyentes. Pero a veces ayuda pensarlo así.
En fin, no voy a ser la primera en preguntarme qué hacer