30.12.08

siempre resistir

Hace cuatro años yo tenía 17 años y medio. Recién terminaba la secundaria. Me estaba por ir a Brasil. Tabaré había ganado las elecciones. Estaba de cumplemes con mi novio. Hacíamos sushi. Íbamos al ciclo de cine alemán en la Goethe. Todos los días hacía cinco essays para rendir el TOEFL. Todavía me acordaba cada detalle de la fiesta de egresadxs. No escribía en doble género. Leíamos a Lenin. Discutíamos sobre Chávez y el personalismo. La alianza de clases. La lucha se nos aparecía como algo que hacían lxs grandes hombres y mujeres de los grandes relatos, lxs desposeídxs, lxs condenadxs de la tierra, que eran siempre lxs otrxs. Siempre eran ajenxs a nuestras vidas. Nosotrxs nos solidarisábamos, mandábamos ropa a lxs inundadxs de Santa Fe y a la escuelita de frontera. Ya habían pasado los meses de agiatación y olla populares post 19 y 20 de diciembre de 2001. Darío y Maxi ya eran, sin embargo, grandes mitos. De personas como ellxs que unx reivindicaba.
No sabíamos que eran jóvenes como nosotrxs, que habían hecho historia, como nosotrxs podíamos hacerlo. No entendíamos que ellxs eran, como nosotrxs, lxs condenadxs de la tierra. No entendíamos que las grandes ciudades y las industrias ad hoc nos podían traicionar.
No sabíamos que de un momento a otro nuestras vidas iban a cambiar. Que 194 personas de nuestra edad, jóvenes, niñxs incluso, iban a ser víctimas de una catástrofe no natural como la de Cromañón.
Pero sí lo fueron.
Desde ese día ya nada es igual. Unx ya no va a cualquier lado a bailar o a un recital. Ya no hay lugares para las bandas que no tienen grandes discográficas detrás ni para las compañías de teatro independiente ni para hacer fiestas donde no haya un/a mega dj sino gente joven pasándola bien en los ratos libres, que son cada vez menos y más controlados y pautados. Año nuevo ya no es una hermosa fecha, de fiesta. Ahora hay menos que celebrar.
Fue un baldazo de agua fría. Fue crecer diez años en un día. Fue tenerle miedo a cada ruido fuerte, a cada llegada tarde, a cada vez que no encontraba a alguien. Fue comprender que la muerte es parte de la vida. Pero que no es natural.
Una sociedad como la nuestra está preparada para la muerte en "la tercera edad", cuando ya se han alcanzado los logros autoimpuestos o no, cuando hay historias que contar, descendencia para recordar a quien fallece, amigxs, vecinxs de toda la vida, compañerxs de trabajo.
No para cuando quienes mueren no tienen ni 30 años, y sí la vida por delante y piensan en su fiesta de egresadxs, en la suerte que tuvieron por ir a un recital de su banda preferida después de 9 horas de trabajar en un call center, en el diente nuevo que le salió a su hijx, en dónde se va a ir de vacaciones.
No es casual que el incendio hubiera sido en Once, en un recital de Callejeros y no en el Coliseo con Spinetta o en la Creamfields. No es lo mismo que hayan sido la mayor parte menores de 21 años lxs que estabana ahí. No es lo mismo que muchxs se hubieran tenido que colar en el tren para llegar.

Después pasaron muchas cosas.
Las marchas bajo el sol. La morgue judicial desbordada. Las pruebas que se destruían. Las asambleas. La bronca. La rabia. El llanto desesperado de no entender nada. La lista de nombres. Los desmayos. Las muertes que siguieron. Lxs que no iban. Lxs que iban a vendernos la prensa del partido. La derecha creciendo como monstruo gigante, una bola de nieve que arrasó con lo que encontró a su paso. La imposibilidad de articular una organización entre nosotrxs.
Reconocer que éramos otrxs condenadxs. Que esa gente que aparecía en los diarios y en los libros, de repente, tan de repente, éramos nosotrxs. Que nos habían traicionado. Que por una sed de venganza, quizá hasta justa, hoy no quedan más bares, teatros, boliches, galpones donde tocar por primera vez con una banda. Hoy lxs jóvenes somos criminilzadxs porque sí. Por portación solo de edad.

No se si podría haber sido muy distinto. Se que después de Cromañón nada es igual. Que lxs jóvenes tenemos una historia que escribir, que no es más que la fiesta de la vida. De una vida digna, rebelde, alegre.
Solo tenemos la rabia y la dignidad de ser jóvenes.
Y a ellxs, a quienes recordamos en sus mejores momentos, en la plenitud de sus vidas.
Ríendose, mostrándonos la colección completa de cds de Callejeros, con las piernas cruzadas sobre la alfombra, cebando un mate lavado.

Juventud que no embiste
peso muerto para el futuro de su peublo

1 comentario:

Anónimo dijo...

siempre me gustó cómo decís. y éste me gustó mucho muchísimo.

gracias por todo lo que me hablaste siempre.


te quiero. no olvido. y resisto. con vos. no olvidamos, siempre resistimos. todxs.