31.3.09

Volvió para quedarse

Durante un tiempo envidiable me había dejado tranquila. Ya no me visitaba por las noches a horas extrañas ni me hacía temblar ni siquiera mover el pie derecho casi obsesivamente. Pasaron muchos meses desde que se fue. Pero ahora, la náusea volvió.
A invadir cada instante, cada célula, cada movimiento involuntario de los músculos. La angustia se hizo carne. La náusea no abandona una batalla, no creo que haya antecedentes en la historia, a menos en la mía, que indiquen que una puede vencer a la náusea antes de que ella decida retirarse sola. Porque es una luchadora incansable, admirable dirían algunxs por ahí.
Lo cierto es que ahora toda yo soy una gran náusea que se despierta con los ojos hinchados, que toma un café y le cae mal, que se ducha mirando sin poder dejar de hacerlo un hueco que dejó una venecita que se cayó quién sabe cuándo. Ahora soy quien en el subte no puede sacar un libro de Drukheim que ya leyó por lo menos seis veces en los últimos tres años, ni que hablar de sacar el mp3 y escuchar alguna canción que me haga desviarme del catastrofismo que me inunda.
Solo imagino conversaciones terminantes. Ultimátums. Pedidos de paz armada. Resoluciones que jamás enunciaré.
Soy una persona que logra que su jefa, su mismísima jefa se apiade y le haga masajes a penas entra a la oficina.
Soy una gran náusea.

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