29.3.07

knock out

Spinetta, Frutigran y mate. La mejor combinación para enfrentar este momento:
de un lado del ring, cuentas bancarias de gente que no conozco que esperan ser transcriptas a Excel. Del otro, La Voluntad.
Las cuentas bancarias, lógicamente, son obligación laboral. Sino, a nadie con un poco más de 5 minutos de haber hablado conmigo, se le hubiera ocurrido ponerme a cargo de su contabilidad personal. Con toda la sinceridad y (algo así como) buena onda: desde 3ero hasta 5to año me llevé Matemática, entera y a marzo. A demás, estudio Historia. His-to-ria. Nunca tuve la duda de "¿Bioquímica o Física? ¿Y Medicina?" No. Esas son palabras que tuve que incorporar en mi vida desde la aparición de Vero. Ni siquiera fue una encrucijada entre Economía y Sociología que, de última, algo que ver con el método cuantitativo tienen.
Mi encrucijada era "¿Letras para hacer Etno-lingüísitca o Historia para dedicarme al urbanismo o a los mecanismos de poder? ¿y Educación Popular?"
Digo, un abismo.
Práctico y teórico.

El día en el que me decidí por Historia fue un día maravilloso:
mi en-aquel-momento-novio estudiaba Letras, en realidad, hacía el CBC, como yo. Él era de La Plata y ya había pasado por varias carreras en menos de lo que surge una fracción del PTS (no es casual la elección de palabras, pero eso queda para otro momento). Lo que nos unía, básicamente, era nuestra relación erótica con los libros. Y lo digo así, sueltamente, porque volví a hacer análisis. Los libros me gustan. Los libros me generan algo que muy pocas personas logran. Me enamoran. Me desilucionan. Me apasionan. Me dejan. Me engañan. Me erotizan, en cierta forma. En fin. Compartíamos eso.
Pero yo me alejaba cada vez más de la idea academicista de la literatura. Estaba entre Historia y Antropología. Ya había descartado la idea de cursar durante años para hacer 5 materias de Etnolingüística.
Estábamos en Platón (el bar de enfrente de la facu, el feo). Él se había comprado un libro de Hobsbawm. Nunca me había pasado, pero sentí unos celos impresionantes. Entre esa escena (él con un libro de Historia y yo con Puig) y verlo con una amante pretérita, prefería la segunda opción.
Empecé a sentir por la Historia lo mismo que por la literatura.
Me prendí un cigarrillo. Dejé la propina más cara de mi vida y me fui a la facultad. Llegué por inercia a la ventanilla de CBC y pedí el formulario. Lo llené. Cosas básicas, nombre-apellido-DNI-carrera-código, ya.
Con la misma intensidad que hubiera requerido una separación y un casamiento, me anoté en Historia.
Un mundo nuevo se abrió con ese formulario genérico y buroicrático.
Un mundo de relaciones complejas. De tiempos y espacios que se emperran en no coincidir y hacerle la vida más complicada a cierta gente. Y más fácil a otra.
Y la tarea: entender por qué y para qué y para quiénes y hacer que la tortilla/se vuelva,/que los pobres coman pan/ y los ricos, mierda, mierda.
Nada más ni nada menos.
Que la Universidad y la ciencia se vistan de pueblo.
Como ven, yo se bastante poco de boxeo, sino, esto hubiera sido la recreación de una pelea, pero, ya ven: simple recopilación de datos deseperadamente autobiográficos que hacen que La Voluntad gane por knock out.
Dicho esto, me voy con Caparrós y Anguita, a ver si entiendo a mi abuelo.














"Queremos que una universidad que haga del campo de la cultura lo que en el campo de la producción harán las fábricas del mañana sin accionistas parásitos ni capitalistas explotadores"
Julio Antonio Mella

1 comentario:

Unknown dijo...

la ciencia se va a vestir de pueblo, eso tebnelo por seguro.
yo a tu abuelo, creo que ya lo entendi (digo a tu abuelo, como podria decir a mi hermana o a tantas personas mas).

yo sí tengo la duda, pero a la hora de poner en la balanza, los platillos no se inclinan hacia ninguno de los dos lados.
ya veremos

te quiero boba