16.7.09

Industria Nacional (post varias cosas)

San Telmo del post Cromañón, frío, clericó volcado en la mesa después del brindis. No sabíamos por qué brindábamos, pero era necesario, cada cinco minutos reforzar la unión.
Un buzo de los Gardeles, otro de Ramones. Una pollera a cuadritos blancos y negros con medias rojas sobre All Stars negras, sweater prolijamente verde. Y vos, toda de negro con un collar fuxia.
Él todo el tiempo diciéndote por dónde pasar, qué tomar, qué decir. Qué callar. La mesa, toda, azorada de esa nueva veta que dejaba entrever el activista de SIMECA.
De la microagitación y la poesía surrealista -¡del madí!- al stalinismo sin solución de continuidad.
(Digno recordar las horas previas al clericó ya volcado: ocho personas saltando la zanja entre la avenida y el terraplén de la autopista, dos porros para 7 personas. Del paraguayo, feo, que había sobrevivido a la temporada alta en el sur. Una botella de vino el Diego con alguna gaseosa industria nacional. Frío helado que se te metía entre los huesos. Las ansias de irnos. La cana que pasaba todo el tiempo, pero ni le interesaba cruzar la zanja para molestarse por nosotrxs. Hablar de tatuajes en las piernas para manternlas vivas, a ellas, que se nos aparecían hasta en los sueños. Las asambleas que perdimos. Las instituciones a las que no entrábamos. Y las luces de los autos pasando a toda velocidad, si hubiera tenido una cámara)
Nos miramos, divertidas y horrorizadas. Sin saber qué más hacer. Sin querer buscar ya otro bar en el cual nos dejaran quedarnos sin que todxs consumieran y pedir otro clericó horrible de vino tinto con reggae suburbano de fondo, ceniceros atiborrados de bolitas hechas con las servilletas. Queríamos una pizza del Federal, jazz, cerveza artesanal. Chicas con vestidos de colores sobre pantalones oxford, enamorarnos de un artesano de plaza Dorrergo e inventar viajes al sur que jamás íbamos a hacer. Escuchar Sabina. Bailar beatles en una vieja casa del lugar y leer a Julio. Olvidarnos de las muertes y las marchas y el calor agobiante frente a la morgue, dejar atrás Constitución y recuperar las frases hermosas de Orwell, mirar Clueless sabiendo los diálogos de memoria mientras pasamos nachos con queso.
Quéríamos amores insurrectos pero no suicidas.
El activista de SIMECA devenido estalino se levanta, va al baño, se detiene a mirar los pósters que cuelgan de esas paredes desde hace quince años en el mismo bar donde cada viernes van a quedarse dormidxs con el clericó -en el mejor de los casos- caliente esparcido sobre la mesa de madera escrita con llaves. Vos y yo nos miramos, sabiendo qué teníamos que hacer. Nos levantamos. Nos pusimos los tapados y salimos. Pedimos un taxi. Y volvimos a Palermo dejando atrás ese San Telmo que no es for export, pura industria nacional, casi costumbrista de esa parte del mundo donde ni la okupación es una salida aparente.

2 comentarios:

media veronica dijo...

ay si, qué año y medio. lo increible es eso: año y medio y no vida y media. pero casi.

yo necesito ese tornillo porque sino voy a pensar en las asambleas perdidas para siepre (y ahora casi recuperadas, pero de otra manera, con otra gente, con otra ideología...) y voy a seguir pensado que posmo y que alterna y que todo eso.

y en el colar fucsia (no sé qué le pasó, laverdad)

mequedo con eso de querer amores insurrectos pero no suicidas, porque ese año y medio fue como morir, o casi.


te quiero, manatí

Charini dijo...

yo también te quiero, ponísima