1.8.09

Enriqueta y la espiral

La espiral dialéctica persigue a Enriqueta a lo largo de su día. Se va agrandando como una sombra o una bola de nieve. Le come la cabeza de a poco: primero le nubla la vista, después va haciendo que le baje la presión, hasta que logra que tenga que sentarse, agarrarse la cabeza y gritar qué he hecho yo para merecer esto. Porque es cierto que la historia se repite primero como tragedia y después como farse. Y es cierto que la mejor manera de explicar los tres momentos del esquema de Dri es una espiral que va a creciendo sin negar lo anterior. No menos cierto es que Enriqueta siente no haber crecido ni un poquito desde la última vez que se vio a sí misma sentada en ese sillón, pensando que si no existiera Almodóvar o Higsmith o Julio, claro.
Y entonces los paraguas, entonces los pinguinos turquesas en bañaderas en París en los 60s y Trelew.
Una vez más, Enriqueta queda perpleja frente a la realidad inverosímil y la necesidad de gritar hasta que se rompan los vidrios y entonces, en ese preciso momento en el cual se empieza a agrietarla ventana que da a la calle, se va a apagar el grito desesperado, va a sonar su celular, se va a bañar y su vida a seguir como siempre debió. Sin paraguas ni parques ni París ni tapias que saltar.

No hay comentarios.: